martes, 15 de noviembre de 2011

Historia: Siglo XX (I): El primer tercio del siglo. La reorganización.

En los primeros años del siglo XX, y hasta la Guerra Civil, Cartaya experimentó un auge económico y poblacional que llegó a duplicar su número de habitantes.


La vida social se hace más participativa, y el afán asociativo que llevó a crear colectivos civiles tuvo también una grán repercusión en el ámbito religioso, siendo una época de reorganización de hermandades, con la intervención directa del párroco.

De octubre de 1925 data la Constitución de la Asociación y Corte de Honor de Ntra. Sra. de Consolación de Cartaya, que se dota el 11 de noviembre de 1926 de sus Reglas, siendo aprobadas el 5 de Febrero de 1927 por el Arzobispado. Tantos las Reglas como el documentos de su aprobación por el Arzobispado utilizan la palabra reorganización, aún no conservándose actualmente documentos sobre la existencia anterior de la hermandad.


La Asociación estaba regida por una Junta Directiva exclusivamente integrada por mujeres, aunque podían pertener a ella fieles de ambos sexos. Contaba ya por aquel entonces con una completa extructura de funcionamiento. La Asamblea o Cabildo era el órgano superior, que se reunía ordinariamente en el mes de agosto para la preparación de los cultos de la Virgen. Del día a día de la Asociación se encargaba la Junta Directiva, cuyo director espiritual, así como presidente nato era el párroco. La gestión directa recaía en la presidenta efectiva y en la vicepresidenta, acompañadas en ello por los demás miembros de la junta, cuyos cargos eran los de tesorera, vicetesorera, secretaria, vicesecretaria, camarera y hasta 11 vocales. Igualmente en los inicios se contemplaba la figura de la Presidenta honoraria.


Fue el primer director espiritual y presidente el párroco D. Luís Cruz Sánchez, presidenta honoraria Dña. Pilar Zarandieta y Camarera Dña. María Teresa Vides Berges. Pero la Presidencia efectiva correspondía a Dña. Amparo de Berges Clemente, quien se convirtió en pieza clave de la corporación durante sus 23 años de mandato, desde 1926 hasta 1949, año en que le sucedión en el cargo su sobrina María Teresa Vides, anteriormente camarera, hasta 1951, relevando a ésta última Dña. Julia Mora Pérez hasta 1958.


Con la creación de la Asociación, en la cual estaban representados todos los estratos sociales de la población dada la arraigada devoción de la Virgen, se produce un proceso de relanzamiento del culto. Muestra de ello es que en el mismo año 1926 fueran concedidas indulgencias a quienes visitasen a la Santísima Virgen, y que la misma jerarquía eclesiástica refrendara la importancia de la devoción cuando el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Ilundain, visita la ermita el 8 de junio de 1930.


En esta línea, en 1926 la Santísima Virgen estrenó nuevo paso, realizado en Sevilla por Francisco Ruíz Rodríguez, y ya descrito en una entrada anterior( http://consolaciondecartaya.blogspot.com/2009/02/el-paso-de-1926.html ), así como el manto de salida afortunadamente aún conservado. Igualmente, en ese mismo año se comenzaron importantes obras en el santuario.


Este relanzamiento del culto a la Santísima Virgen gestionado por la recién creada Asociación y Corte de honor, conto con el apoyo popular. La contribución económica del pueblo siguió siendo fundamental en la financiación de los cultos, para lo que se recurría a los métodos tradicionales como eran las postulaciones públicas por parte de la santera o la petición de limosnas en las mesas petitorias de la novena por parte de señoritas designadas por la Asociación, así como hechos más novedosos como la venta de medallas de la Hermandad o funciones de teatro. Sin olvidar como había sido también común, las donaciones de objetos de oro y plata.


En 1929 la Asociación adquiere una finca que rodea a la ermita al Ayuntamiento, que la había adquirido en 1927 con la idea de convertirla en parque, desestimándose dicho proyecto para finalmente ser cultivada, obteniendo beneficios la Asociación.


Los cultos, aunque siguen siendo en esencia los tradicionales, en estos momentos registrarán cambios importantes. Ya a mediado de la década de los años veinte se venían desarrollando de la misma forma que en nuestros días, trasladándose a la Parroquia para sus cultos anualmente, volviendo a la ermita en procesión al término de éstos. Dicha costumbre de celebrar anualmente la novena en la parroquia, a diferencia de la costumbre tradicional de celebrar la novena en la ermita y realizar los traslados a la de San Pedro solo por rogativas u ocasiones especiales, tuvo que producirse entre finales del siglo XIX y el año 1926, en que en las primeras actas de la Asociación se describe como tras la novena se realizó la procesión de traslado a la ermita. Se describe también en las actas, concretamente en las de 1930 como el cortejo lo componían dos filas de señoras delante del paso, acompañando las autoridades municipales detrás del mismo.


También desde los inicios de la Asociación se tiene constancia del acto de la puja de las maniguetas, ya consistente en una cantidad de dinero por portar el paso en la entrada en la ermita, calificándola de tradicional. También de antigua y tradicional costumbre se califica la celebración de un viacrucis en la ermita, para el que en 1930 pide permiso el párroco.


A lo largo de estos años el discurrir normal de los cultos sufrió alteraciones por diversos motivos: en 1928 el traslado a la parroquia tuvo lugar en abril por reformas en la ermita, en 1929 obras en la parroquia motivaron cambios, y en 1931 la Virgen volvió a salir en rogativas hasta la Parroquia por la sequía, obteniéndose abundantes lluvias el mismo día. Pero los cambios más relevantes se produjeron en 1931 y 1932, motivados por el gobierno de la Segunda República.


Las procesiones de los años anteriores contaron con el apoyo municipal, figurando las autoridades en un lugar preferente del cortejo y contando con gran fervor popular, como así lo descirbe El ideal cartayense en 1930: <<... a continuación la suntuosa imagen, con su cetro en mano y luciendo el rico manto en oro y seda detrás la presidencia formada por la Corporación Municipal y todo el elemento oficial de esta villa, cerrando la marcha la banda de música cartayera y el pueblo en masa>>. Con el cambio de régimen político y el nuevo Ayuntamiento reformista, las relaciones entre éste la institución eclesiástica se distanciaron. De tal modo, el Ayuntamniento intentó limitar considerablemente el desarrollo de la procesión de regreso de la Santísima Virgen, remitiendo el alcalde el día previo a ésta una carta al párroco en la que autorizaba la procesión pero a las diez de la mañana, prohibiéndose el acompañamiento de la Hermandad formada, música, cohetes así como cánticos y vítores a la Virgen.




El párroco contestó el mismo día al oficio del alcalde, comunicándole la imposibilidad de llevar a cabo la procesión en tales términos por dos motivos fundamentales: el estar celebrándose a esa hora la Función con la Virgen en su altar de cultos, y porque decorosamente no podía ser trasladada la Virgen sin el acompañamiento de su Hermadad. Ante dicha situación, la Junta Directiva acordó suspender la procesión y trasladar su protesta ante dicha arbitrariedad al Gobernador y al Ministro de Gobernación, pidiendo a los devotos <<calma, no celebrar manifestaciones ni comentarios. El asunto está en manos de la Virgen>>. Finalmente, tras la solución del Gobernador, la procesión tuvo lugar días después, por la mañana y a la hora fijada, aunque permitiéndose el acompañamiento de la Hermandad, participando gran cantidad de devotos. Especialmente emotivo fue el discurrir de la Virgen por la calle Santa María, tras irrumpir un vecino con vivas y alabanzas a la Virgen, contagiando a todos los presentes su emoción, que acompañaron a la Virgen con el mayor fervor hasta su ermita.


Al año siguiente, en 1932, la situación volvió a ser conflictiva. Tras una ambigua autorización del alcalde, la Asociación acordó la celebración de los cultos en la ermita, con una sola procesión de la Virgen alrdedor de la ermita.


Con el cambio a un Ayuntamiento conservador tras las elecciones de abril de 1933, y la consiguiente regularización de las relaciones con la Iglesia, las limitaciones a las procesiones desaparecerán. Es por ello que los cultos a la Santísima Virgen vuleven a atravesar una fase de normalidad e incluso de alza desde 1933 hasta el verano de 1936. Así, en estos años se celebraron las prcesiones de ida y venida con la solemnidad habitual y el acompañamiento de bandad de música, y se realizaron todos los elementos necesarios para la exaltación de la Virgen en sus cultos: doseles, altar portatil, alquiler de arañas de cristal. La participación popular fue importante, como lo demuestran la venta de medallas o la concurrencia de sacerdotes de otros lugares para atender la comunión en la Función.


Fruto de estos buenos momentos se llevaron a cabo en 1935 importantes reformas en la ermita, como la construcción del muro de contención y el empedrado del camino, así como la restauración de la imagen de la Virgen, celebrándose los cultos acompañados de música, con las tradionales postulaciones y gran afluencia de fieles.


Fuente: La Ermita de Consolación de Cartaya. Asociación Cultural Carteia. 1997

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