Este soy yo... humano desde el principio
Con este sugerente lema se celebra este próximo lunes, 8 de abril, la Jornada por la Vida dentro de la Campaña 2013. Generalmente, la Iglesia celebra esta jornada el 25 de marzo, día de la Encarnación, pero en ocasiones en las que esta fecha coincide con los días de Semana Santa, la celebración se traslada al primer lunes después de la Octava de Pascua.
«La Iglesia quiere celebrar en este día el don precioso de la vida humana, especialmente en las primeras etapas tras su concepción, ante la falta de protección a la que hoy en día está sometida.
La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. La vida humana es un don que nos sobrepasa. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término. Nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el “derecho de matar de modo directo a un ser humnao inocente. Por ello, todo atentado contra la vida del hombre es también un atentado contra la razón, contra la justicia y constituye una grave ofensa a Dios. De aquí la voz de la Iglesia extendiéndose por todas partes y proclamando que “el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción” y, por tanto, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida».
Son palabras extraídas del mensaje de los obispos españoles con motivo de esta Campaña por la Vida 2013, que viene motivada por la historia de Pablo, un chico de 27 años de edad, con una vida corriente, como cualquier joven de nuestro entorno, que recorre hacia atrás, a través de fotografías, su propia existencia hasta mostrar una ecografía suya en el seno materno.
Pablo argumenta: «El embrión y el feto son las primeras etapas de una vida humana. Esta es una verdad científica irrebatible: el ser vivo, producto de la fecundación humana es un ser humano. Todo este transcurso sucede en continuidad. No hay etapas que delimiten un antes y un después respecto al ser en crecimiento y formación. [...] Es necesario sostener la afirmación irracional que durante algún tiempo determinado el ser vivo producto de la fecundación humana no sería un ser humano, porque sería muy duro reconocer que sí lo es y al mismo tiempo afirmar que se le puede quitar la vida simplemente porque así lo decide quien lo gesta. Sería tanto como reconocer que hay un derecho a matar a un inocente».
Fuente: Obispado de Huelva
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