En esta nueva sección, traemos los testimonios de distintos hermanos de nuestra Hermandad, que de una forma u otra han trabajado por llevar el Nombre de Consolación a lo más alto, que han dedicado parte de su vida a luchar por hacer grande nuestra hermandad y que han tenido presente a la Santísima Virgen en cada uno de sus días.
Abrimos esta sección con nuestra hermanda Nº 1, Dña. María Teresa González Jaldón, miembro de la Junta Directiva de la antigua "Corte de Honor", y ejemplo de devoción sincera, sentida y callada hacia la Virgen, como es la devoción de nuestro pueblo a su Madre de Consolación.
N.H.Dª. MARÍA TERESA GONZÁLEZ JALDÓN
Por nuestra hermana Cristina Rodríguez Domínguez.
Boletín CONSOLACIÓN. Nº 2 , agosto-septiembre de 2012
Doña María Teresa González Jaldón, miembro de la antigua “Asociación y Corte de Honor” y hermana Nº 1 de la Hermandad, nos abre las puertas de su encantador hogar para contarnos cómo vivió aquella época y para transmitirnos los sentimientos que evoca al recordarla.
¿Desde
cuándo es hermana de la Hermandad de Consolación?
¡Uy!
No me acuerdo, pero éramos, sin yo haberme casado ni nada, mi madre,
mi hermana y yo. Yo era muy jovencita.
¿Cuál
es el primer recuerdo que tiene de la Virgen?
Pues
que íbamos a las novenas que mi madre ofrecía todos los años.
Entonces la época estaba un poquito distinta políticamente y el
camino no era como ahora con un acerado, era un vallado lleno de
atuneras y mi madre, como éramos chicas, tenía cuidado con nosotras
y nos decía ¡qué os vais a pinchar! Con mi madre todos los años,
aparte de cuando la Virgen bajaba, en el intervalo del año hacíamos
novenas.
¿Es
tradición familiar el sentimiento consolacionista en su caso?
Sí,
rotundamente. Mi madre, mi abuela Teresa que era la dueña de esta
casa, y toda la familia hemos sido de la Virgen de Consolación.
¿Cómo
vivió el período
que estuvo en la “Asociación y Corte de Honor”?
Pues
muy bien, muy a gusto. Yo era la más joven de las que estaban. Ya
estaba casada, que me casé con 24 años, y tenía a mis hijos cuando
me nombraron.
¿Cuál
era su cometido dentro de la “Asociación y Corte de Honor”?
Yo
era como camarista, ése era el título que me daban, de camarista,
pero yo hacía lo que las mayores
decían porque era la última que había llegado. Cuando se acercaba
la novena, nos íbamos la secretaria, que fue durante mucho tiempo el
alma de la Hermandad, Carmen Jaldón, y yo a limpiar la plata,
ordenar los ramos… Nos íbamos temprano, a eso de las siete de la
mañana porque en verano hacía mucho calor. Aparte de que Carmen
Jaldón tuviera el cargo de secretaria, porque ella escribía muy
bien y redactaba actas en el libro de actas, siempre estaba ahí.
¿Cuántas
personas formaban la “Asociación y Corte de Honor”?
Pues
muchas no, todas éramos mujeres. La presidenta, la tesorera, la
secretaria, la camarista, dos o tres vocales…Como mucho diez
mujeres.
En
aquella época ¿cómo veía usted que se vivía esa devoción hacia
la Virgen entre la gente del pueblo y cómo la ve ahora?
Bien,
como ahora. En Cartaya siempre ha habido una devoción tremenda a la
Virgen de Consolación y a Padre Jesús. Toda la gente apurada hacía
su novena a Consolación y siempre, cuando se iba, allí había
público.
En
realidad el paso de los años me hace ver que sin la ayuda de la
Virgen y de Dios no se puede vivir.
¿Cómo
se vivían las salidas procesionales?
Pues
bien, había público y la gente participaba. Tengo una fotografía
muy antigua donde está la procesión saliendo para irse a
Consolación y entonces había menos gente porque era otra época,
salían menos, el pueblo era más labrador, pero en la novena siempre
había gente y a Consolación siempre iban.
El
número de hermanos ha ido creciendo a lo largo de los años, ¿a qué
cree que es debido?
No
sé, porque estamos atravesando una época tan mala…pero dentro de
esa época mala siempre una se inclina a la Virgen. En un momento de
apuro todo el mundo pide hacia la Virgen.
¿Nos
puede explicar un poco como se celebraban las novenas?
Montaban
en la iglesia un altar a base de tablas, se forraba de tela roja, y
se ponían candelabros, velas…y la Virgen en el trono. Todo delante
del altar mayor, no a un lado como ahora. La Virgen bajaba, como
siempre, los ocho días a la iglesia y luego subía a la ermita. La
novena era temprano. Eso lo he visto yo siempre y lo he oído decir a
mi madre y a mi abuela, quitando los años de la guerra, que recuerdo
yo que un año fue la novena en Consolación, que no bajó la Virgen.
¿Le
ha hecho ilusión que se recuperase el título de “Corte de Honor”?
Sí,
porque eso es todo engrandecer a la Virgen y además que la
generación vuestra tenéis que meteros, porque si no se acabaría.
Sois la sabia nueva.
¿Qué
sintió al realizar el nombramiento de “Corte de Honor” a esas
jóvenes?
Primero,
la sorpresa que me llevé de que me nombraran porque yo creí que iba
de espectadora y luego lo encontré muy bonito. Para mí fue un
orgullo y una ilusión, y me emocioné muchísimo. Fue una sorpresa
preciosa.
¿Cómo
ha vivido la evolución de la Hermandad?
Siempre
ha ido a más, yo no la he encontrado que haya perdido, quitando los
años de la guerra. Ya después en los años que estuvimos, las
personas que llevaban la dirección lo hacían bastante bien y
siempre contando con la devoción del pueblo.
¿Qué
le diría a los jóvenes, que son la semilla del mañana, y empiezan
a sentir que la Virgen está con ellos?
Deberían
de darse cuenta que sin el eje de la Virgen y de Dios no se va a
ninguna parte, que son un pilar y apoyo. No siempre hay que pedirles,
también hay que darle las gracias. Todos los días leo un pasaje del
evangelio cuando rezo el rosario y hay que ver las enseñanzas que
Jesucristo nos enseñó.
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