sábado, 26 de noviembre de 2011

Rosario de vísperas en la festividad de la Inmaculada.



En unión con la Parroquia y todas las Hermandades de nuestro pueblo, nuestra Hermandad celebrará el próximo miércoles día 7 de diciembre, víspera de la Festividad de la Inmaculada Concepción, Rosario público por las calles de nuestro pueblo.

Se pretende que cada año este acto parta de la sede de una de nuestras Hermandades, y en este primer año, el cortejo partirá desde las plantas de la Santísima Virgen de Consolación, como testimonio de la devoción que Nuestra Madre despierta en nuestro pueblo. Saldrá de la ermita a las 18:30 horas para, tras recorrer las calles Santa María de Consolación, de la Plaza y Plaza Redonda, realizar estación ante el Sagrario de la Parroquia de San Pedro, donde se venera junto al Santísimo la Imagen de la Inmaculada. Una vez en la Parroquia, tendrá lugar la celebración de la Santa Misa a las 19:30 horas.

El Rosario estará formado por todas las Hermandades, que portarán sus insignias acompañadas de dos varas, la presidencia formada por todos los hermanos mayores así como el banderín Concepcionista de nuestra Hermandad.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Misa por el Dogma de la Inmaculada y bendición del manto celeste.

El próximo viernes 2 de diciembre a las 17:30 horas, la Hermandad celebrará la Santa Misa mensual en la ermita. Ésta será aplicada en memoria del Dogma de la Inmaculada Concepción de la Siempre Pura Virgen María, del que el próximo 8 de diciembre se celebrará el ciento cincuenta y siete aniversario de su proclamación como Dogma de la Iglesia Católica.

Del mismo modo, en memoria de CCl aniversario del nombramiento de la Inmaculada Concepción como Patrona Principal de los Reinos de España, que tuvo lugar el 14 de Marzo de 1761, durante la eucaristía será bendecido un manto celeste, iniciativa y donación de un amplio número de hermanos a la Santísima Virgen.

Finalmente, tras la eucaristía, el camarín permanecerá abierto para que todos los fieles y devotos puedan venerar a la Santísima Virgen y observar el nuevo manto.

sábado, 19 de noviembre de 2011

La Medalla




Uno de los signos más personales y distintivos de nuestra Hermandad es la medalla.

Fue acuñada por primera vez en 1927, al aprobarse las primeras Reglas de la Asociación y Corte de Honor de Nuestra Señora de Consolación. Responde al formato tradicional de la época y la casa valenciana que la ejecutó, muy extendido por aquel entonces aunque conservado por pocas Hermandades. De perfil movido, se compone de un óvalo central, que acoge en el anveros a la Imagen de la Virgen en una visión completa y frontal, cuyo contorno se ve completado por grupos de flores y hojas, delimitadas por líneas curvas. A ambos lados de la Virgen, rodeándola, aparece la inscripción "NUESTRA SEÑORA DE CONSOLACIÓN", y a sus pies "CARTAYA". El reverso es más sencillo, liso por completo, y en su centro el emblema de la Medalla Milagrosa, en relación directa al culto de esta advocación, relacionándolo intimamente desde entonces con el propio de la Virgen de Consolación.

Otra seña característica de la medalla desde sus orígenes, es el estar asida a un lazo, algo muy común en la época, que poco a poco fue dejando de usarse en favor del cordón, implantándose este último por completo en nuestros dias excepto en contadas Hermandades. Los colores son los tradionales en nuestra Hermandad, el Rosa y el blanco, aunque según las diferentes épocas el diseño de la cinta haya sido distinta. Actualmente se compone de dos franjas de color rosa y una blanca entre ambas.

Con leves modificaciones, como el añadido de una orla ornamental en los años noventa, o el uso también del cordón trenzado a partir de los años setenta, desde que se acuñó por primera vez nuestra Hermandad la ha mantenido. Actualmente, se ha recuperado la medalla en su version original y se ha vuelto a extender el uso del lazo para todos los hermanos.

Podemos por lo tanto sentirnos orgullosos de haber mantenido nuestra medalla durante más de ochenta años, convirtiéndose en una de nuestras señas de identidad, un reflejo de nuestra historia y un emblema en nuestro pueblo.




martes, 15 de noviembre de 2011

Historia: Siglo XX (I): El primer tercio del siglo. La reorganización.

En los primeros años del siglo XX, y hasta la Guerra Civil, Cartaya experimentó un auge económico y poblacional que llegó a duplicar su número de habitantes.


La vida social se hace más participativa, y el afán asociativo que llevó a crear colectivos civiles tuvo también una grán repercusión en el ámbito religioso, siendo una época de reorganización de hermandades, con la intervención directa del párroco.

De octubre de 1925 data la Constitución de la Asociación y Corte de Honor de Ntra. Sra. de Consolación de Cartaya, que se dota el 11 de noviembre de 1926 de sus Reglas, siendo aprobadas el 5 de Febrero de 1927 por el Arzobispado. Tantos las Reglas como el documentos de su aprobación por el Arzobispado utilizan la palabra reorganización, aún no conservándose actualmente documentos sobre la existencia anterior de la hermandad.


La Asociación estaba regida por una Junta Directiva exclusivamente integrada por mujeres, aunque podían pertener a ella fieles de ambos sexos. Contaba ya por aquel entonces con una completa extructura de funcionamiento. La Asamblea o Cabildo era el órgano superior, que se reunía ordinariamente en el mes de agosto para la preparación de los cultos de la Virgen. Del día a día de la Asociación se encargaba la Junta Directiva, cuyo director espiritual, así como presidente nato era el párroco. La gestión directa recaía en la presidenta efectiva y en la vicepresidenta, acompañadas en ello por los demás miembros de la junta, cuyos cargos eran los de tesorera, vicetesorera, secretaria, vicesecretaria, camarera y hasta 11 vocales. Igualmente en los inicios se contemplaba la figura de la Presidenta honoraria.


Fue el primer director espiritual y presidente el párroco D. Luís Cruz Sánchez, presidenta honoraria Dña. Pilar Zarandieta y Camarera Dña. María Teresa Vides Berges. Pero la Presidencia efectiva correspondía a Dña. Amparo de Berges Clemente, quien se convirtió en pieza clave de la corporación durante sus 23 años de mandato, desde 1926 hasta 1949, año en que le sucedión en el cargo su sobrina María Teresa Vides, anteriormente camarera, hasta 1951, relevando a ésta última Dña. Julia Mora Pérez hasta 1958.


Con la creación de la Asociación, en la cual estaban representados todos los estratos sociales de la población dada la arraigada devoción de la Virgen, se produce un proceso de relanzamiento del culto. Muestra de ello es que en el mismo año 1926 fueran concedidas indulgencias a quienes visitasen a la Santísima Virgen, y que la misma jerarquía eclesiástica refrendara la importancia de la devoción cuando el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Ilundain, visita la ermita el 8 de junio de 1930.


En esta línea, en 1926 la Santísima Virgen estrenó nuevo paso, realizado en Sevilla por Francisco Ruíz Rodríguez, y ya descrito en una entrada anterior( http://consolaciondecartaya.blogspot.com/2009/02/el-paso-de-1926.html ), así como el manto de salida afortunadamente aún conservado. Igualmente, en ese mismo año se comenzaron importantes obras en el santuario.


Este relanzamiento del culto a la Santísima Virgen gestionado por la recién creada Asociación y Corte de honor, conto con el apoyo popular. La contribución económica del pueblo siguió siendo fundamental en la financiación de los cultos, para lo que se recurría a los métodos tradicionales como eran las postulaciones públicas por parte de la santera o la petición de limosnas en las mesas petitorias de la novena por parte de señoritas designadas por la Asociación, así como hechos más novedosos como la venta de medallas de la Hermandad o funciones de teatro. Sin olvidar como había sido también común, las donaciones de objetos de oro y plata.


En 1929 la Asociación adquiere una finca que rodea a la ermita al Ayuntamiento, que la había adquirido en 1927 con la idea de convertirla en parque, desestimándose dicho proyecto para finalmente ser cultivada, obteniendo beneficios la Asociación.


Los cultos, aunque siguen siendo en esencia los tradicionales, en estos momentos registrarán cambios importantes. Ya a mediado de la década de los años veinte se venían desarrollando de la misma forma que en nuestros días, trasladándose a la Parroquia para sus cultos anualmente, volviendo a la ermita en procesión al término de éstos. Dicha costumbre de celebrar anualmente la novena en la parroquia, a diferencia de la costumbre tradicional de celebrar la novena en la ermita y realizar los traslados a la de San Pedro solo por rogativas u ocasiones especiales, tuvo que producirse entre finales del siglo XIX y el año 1926, en que en las primeras actas de la Asociación se describe como tras la novena se realizó la procesión de traslado a la ermita. Se describe también en las actas, concretamente en las de 1930 como el cortejo lo componían dos filas de señoras delante del paso, acompañando las autoridades municipales detrás del mismo.


También desde los inicios de la Asociación se tiene constancia del acto de la puja de las maniguetas, ya consistente en una cantidad de dinero por portar el paso en la entrada en la ermita, calificándola de tradicional. También de antigua y tradicional costumbre se califica la celebración de un viacrucis en la ermita, para el que en 1930 pide permiso el párroco.


A lo largo de estos años el discurrir normal de los cultos sufrió alteraciones por diversos motivos: en 1928 el traslado a la parroquia tuvo lugar en abril por reformas en la ermita, en 1929 obras en la parroquia motivaron cambios, y en 1931 la Virgen volvió a salir en rogativas hasta la Parroquia por la sequía, obteniéndose abundantes lluvias el mismo día. Pero los cambios más relevantes se produjeron en 1931 y 1932, motivados por el gobierno de la Segunda República.


Las procesiones de los años anteriores contaron con el apoyo municipal, figurando las autoridades en un lugar preferente del cortejo y contando con gran fervor popular, como así lo descirbe El ideal cartayense en 1930: <<... a continuación la suntuosa imagen, con su cetro en mano y luciendo el rico manto en oro y seda detrás la presidencia formada por la Corporación Municipal y todo el elemento oficial de esta villa, cerrando la marcha la banda de música cartayera y el pueblo en masa>>. Con el cambio de régimen político y el nuevo Ayuntamiento reformista, las relaciones entre éste la institución eclesiástica se distanciaron. De tal modo, el Ayuntamniento intentó limitar considerablemente el desarrollo de la procesión de regreso de la Santísima Virgen, remitiendo el alcalde el día previo a ésta una carta al párroco en la que autorizaba la procesión pero a las diez de la mañana, prohibiéndose el acompañamiento de la Hermandad formada, música, cohetes así como cánticos y vítores a la Virgen.




El párroco contestó el mismo día al oficio del alcalde, comunicándole la imposibilidad de llevar a cabo la procesión en tales términos por dos motivos fundamentales: el estar celebrándose a esa hora la Función con la Virgen en su altar de cultos, y porque decorosamente no podía ser trasladada la Virgen sin el acompañamiento de su Hermadad. Ante dicha situación, la Junta Directiva acordó suspender la procesión y trasladar su protesta ante dicha arbitrariedad al Gobernador y al Ministro de Gobernación, pidiendo a los devotos <<calma, no celebrar manifestaciones ni comentarios. El asunto está en manos de la Virgen>>. Finalmente, tras la solución del Gobernador, la procesión tuvo lugar días después, por la mañana y a la hora fijada, aunque permitiéndose el acompañamiento de la Hermandad, participando gran cantidad de devotos. Especialmente emotivo fue el discurrir de la Virgen por la calle Santa María, tras irrumpir un vecino con vivas y alabanzas a la Virgen, contagiando a todos los presentes su emoción, que acompañaron a la Virgen con el mayor fervor hasta su ermita.


Al año siguiente, en 1932, la situación volvió a ser conflictiva. Tras una ambigua autorización del alcalde, la Asociación acordó la celebración de los cultos en la ermita, con una sola procesión de la Virgen alrdedor de la ermita.


Con el cambio a un Ayuntamiento conservador tras las elecciones de abril de 1933, y la consiguiente regularización de las relaciones con la Iglesia, las limitaciones a las procesiones desaparecerán. Es por ello que los cultos a la Santísima Virgen vuleven a atravesar una fase de normalidad e incluso de alza desde 1933 hasta el verano de 1936. Así, en estos años se celebraron las prcesiones de ida y venida con la solemnidad habitual y el acompañamiento de bandad de música, y se realizaron todos los elementos necesarios para la exaltación de la Virgen en sus cultos: doseles, altar portatil, alquiler de arañas de cristal. La participación popular fue importante, como lo demuestran la venta de medallas o la concurrencia de sacerdotes de otros lugares para atender la comunión en la Función.


Fruto de estos buenos momentos se llevaron a cabo en 1935 importantes reformas en la ermita, como la construcción del muro de contención y el empedrado del camino, así como la restauración de la imagen de la Virgen, celebrándose los cultos acompañados de música, con las tradionales postulaciones y gran afluencia de fieles.


Fuente: La Ermita de Consolación de Cartaya. Asociación Cultural Carteia. 1997

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Historia: Siglo XIX (IV)



El auge de la devoción en el siglo XIX, se vió favorecido por un sistema de dirección y administración que garantizó su permanencia. En relación a la ermita, siguió utilizandose el sistema heredado de siglos anteriores, como era el Administrador de ermitas, que nombrado por el Arzobispado, era el encargado de todas las existentes. Esta situación de variedad de ermitas a cargo del administrador se dio hasta 1832, en que ya sólo quedaba al culto la de Consolación, fecha en la que ocupaba el cargo D. Fernando Román. Además de este cargo, la ermita tenía un santero o ermitaño, que se encargaba del cuidado y adecentamiento del edificio.


Tras la muerte de D. Fernando Román, tomó el cargo de administrado el ya mencionado en variaos ocasiones presbítero D. Celestino Maestre, sobrino del anterior y una de las figura fundamentales en torno a la devoción de Consolación en el siglo XIX.


El periodo de dirección de D. Celestino fue una fase de gran desarrollo tanto de la devoción como del patrimonio artístico del Santuario, debida a su correcta administración de los bienes. Muestra de ello pueden considerarse algunos inventarios realizados. En uno de ellos, realizado recién llegado en 1844, se recogen, además de los enseres, <<una bula o privilegio condeciendo indulgencia plenaria a los que, previa confesión y comunión, visitasen debotamente cada año la Iglesia Hermita de Santa María de la Consolación a extramuros de esta Villa>>.


El control de la administración del patrimonio, los cultos y demás aspectos del Santuario correspondía, como en siglos anteriores, al visitador de ermitas del Arzobispado, al margen y fuera de la dependencia de la Parroquia. D. Celestino describe con todo detalle en su diario la visita realizada en 1853, anotando que para tal visita fue limpiada y encalada y que el escríbano público había especifiado las cuentas en el libro de carga y data de la ermita con un notable superavit. La devoción se encontraba en un momento floreciente, prueba de ello es que en una nueva visita en 1860, el visitador del Arzobispo González Cienfuegos anotó en su informe que la ermita estaba en buen estado de conservación, haciéndose eco de la belleza de la imagen, que en esos momento se hallaba sobre sus andas procesionalesrecubierta con el manto y adornada con joyas de oro y plata.


No hay constancia de propiedades rústicas o urbanas, y parece que de haberlas tenido, no las conservaba ya en el segundo cuarto del siglo, puesto que los efectos desamortizadores sobre los bienes eclseiásticos no afectó a la ermita.


Los fondos para el sostenimiento de lso cultos y del propio edificio llegaban fundamentalmente de las aportaciones populares, limosnas y colectas. También ser realizaban rifas, normalmente de animales donados, que eran paseados por el pueblo para su publicidad, previa autorización del Ayuntamiento. Otra forma de ingresos, aunque parece que limitados a los festejos populares, eran las aportaciones del Ayuntamiento. Completaban los ingresos los pagos de las pujas, las limosnas en las andas durante la procesión, en la ermita o las misas, así como la venta de estampas.


A partir de 1871, con la muerte de D. Celestino, se abre un vacío documental, pues a diferencia de la abundancia de datos tomados por él en sus manuscritos, el único documento hasta 1926 del que se tiene constancia es un inventario realizado en 1886 por D. Diego Corpas. Este vacío se ve motivado a la posible finalización del control de la ermita por el Arzobispado, debiendo pasar a depender directamente de la Parroquia, y dejando de existir una persona como D. Celestino que, al cargo de la ermita, recopilara datos sobre el edificio y la devoción. Quedarían como únicas fuentes el archivo parroquial, destruido casi en su totalidad en 1936, y las anotaciones de los Hermanos Corpas, que recopilaron datos históricos sobre Cartaya, pero al centrarse especialmente en aspectos históricos y arquitectónicos, y omitir datos cruciales de sobre las devociones locales del momento, no aportan una imagen certera de la situación de la devoción.


Este vacío documental no terminará ya hasta entrado el siglo XX, concretamente con la fundación de la Asociación y Corte de Honor, que retomará de nuevo la recopilación de datos sobre la devoción.

martes, 8 de noviembre de 2011

Historia: Siglo XIX (III)

El proceso de popularización de la devoción y engradecimiento del culto va de la mano del sentido tradicional de protección y consuelo tan relacionado desde su orígenes con la advocación.


En esta línea, por primera vez se tiene constancia escrita de uno de los milagros de la Virgen: Según recoge D. Celestino Maestre en su Diario en 1862, la Virgen libró a una mujer llamado Dolores, esposa de Francisco Galán, de un rayo que cayó en su casa, y que tras atravesar una pared maestra, desconchó las paredes y destrozó varios cuadros de Santos, cayendo la estampa de la Santísima Virgen de Consolación de uno de ellos sobre la mujer, echada en el suelo, protegiéndola de los efectos del rayo.


Pero donde especialmente se seguirá manifestado este sentido protector es en la participación de la Santísima Virgen en todas las procesiones de rogativa, tan frecuentes en el siglo XIX, y que tenían fundamentalmente dos motivos: la liberación del cólera morbo y la sequía, especialmente el primero de ellos.


Al igual que en siglos pasados, la Virgenen era acompañada en las rogativas del cólera por otras imágenes, como San Sebastián, San Roque, e incluso Padre Jesús en 1856. Al contrario que la devoción a la Virgen de Consolación, la de los otros dos santos protectores tradicionales de la esfermedades ya mencionados se encontraba en fase de decadencia, por lo que la Stma. Virgen se constituía en el centro de estas procesiones extraordinarias, que conllevaban recorridos excepcionales con bajada de la Venerada Imagen hasta la Iglesia, donde se dedicaban novenas y funciones en su honor para suplicar su intercesión, celebrando un culto de acción de gracias en el caso de alcanzar el favor implorado.


En su Diario, D. Celestino Maestre anotó todos los detalles de estas rogativas. El 9 de agosto de 1854, al avanzar el cólera por los pueblos cercanos, se organizó una procesión de rogativa para librar al pueblo del azote de la epidemia. La comitiva, formada por un nutrido cortejo que incluía al Ayuntamiento en pleno, partió con la imagen de San Sebastián hasta la Ermita de Consolación, donde fue recogida la Virgen y posteriormente llevada a la parroquia, iniciándose esa misma noche una novena extraordinaria. En la Parroquia permaneció la Virgen, y tras librar al pueblo de la epidemia pasado dos meses, en octubre, se organizaron las comisiones de hombre que empezaría a recaudar limosnas con el fin de realizar una Función de acción de gracias, que tendría lugar el 25 de noviembre, e incluiría también a San Sebastián, y que debía contar con todo aquello que contribuyese a su máximo lucimiento: el párroco de Ayamonte predicaría el Sermón, un pabellón cubriría el altar mayor, se imprimieron folletos y no se escatimó en cera, ornato y fuegos artificiales. El día de la función se iniciaron los cultos con maitines solemnes y novena en honor a la Stma. Virgen, así como con un castillo de fuegos artificiales, continuando el día siguiente con <>, finalizando por la tarde con una solemne procesión con las dos imágenes. La Virgen permaneció en la parroquia hasta el 5 de enero de 1855, en que due trasladada a la ermita en procesión solemne, con acompañamiento de catores y organo. Con leves variaciones, este sería el organigrama que a partir de entonces se repetiría en las siguientes rogativas.


Pero la epidemia, que se creía acabada, seguía dando coletazos por los pueblos vecinos en 1855, por los que el 15 de Julio volvía a realizarse otra procesión de rogativa, acompañada esta vez, junto con San Sebastián, por San Roque. A ésta le siguió, como de costumbre las novenas y los demás cultos de rogativa.


A partir de enero de 1856 la epidemia se reprodujo con más virulencia, afectando ya de lleno a la villa. Es por ello que el dia 10 del mismo mes, se organizó una nueva procesión de rogativa y a la que, en un intento desesperado de acumular imágenes medidoras ante la magnitud del problema, se incorporó la imagen de Padre Jesús.


La relación de la devoción con el mundo de las enfermedades espidémicas conoció en la segunda mitad del siglo otros hechos dignos de ser analizados, tales como usar algunas de sus dependencias como enfermería o lazareto, al menos hasta 1890.


En relación a las rogativas por la sequía, aunque menos trájicas que las ya mencionadas, fueron muy habituales teniendo en cuenta lo rural de la sociedad cartayera. Hay constancia documental de que estas se produjeran en 1849, 1850, 1851, 1855, 1857 y 1861, y en todas ellas procesiona exclusivamente la imagen de la Santísima Virgen, por lo que se puede entrever la relación de la Virgen de Consolación con los aspectos agrarios, vínculo que se mantendrá hasta nuestros días.


En estas circusntancias, la devoción a la Virgen alcanzaba influnecia comarcal. Prueba de ello es que fuese vistada por famílias foráneas, que personas de los pueblos cercanos participaran en las pujas, y las donaciones documentadas de vecinos de San Bartolomé, Ayamonte, Alosno, Isla Cristina, Lepe, Cádiz, La Puebla de Guzmán y Aljaraque entre 1845 y 1859.

Fuente: La Ermita de Consolación de Cartaya. Asociación Cultural Carteia. 1997

lunes, 7 de noviembre de 2011

Historia: Siglo XIX (II)



Entrado el siglo XIX, los cultos alrededor de la Virgen seguían siendo los mismos que venían celebrándose desde el siglo XVII, es decir, procesión, sermón y la Misa Cantada.


La Misa cantada ya aparece denominada como Función, y destacaba la gran solemnidad con la que era celebrada: adorno de la ermita a base de colgaduras, colchas y flores, así como la <<composición>> de la propia Imagen, lo que ya por entonces generaba importantes gastos. El Sermón, era el segundo acto fundamental de los cultos, por lo que para ello eran reclamados afamados predicadores, a fin de dotar a las fiestas del renombre y el lucimiento que una devoción tan arraigada requería.


La procesión, hasta finales del siglo XIX se celebraba, según el Padre Corpas << ... todos los años el día del Dulce Nombre de María (...) y se saca en procesión a Nuestra Señora hasta las paredes de la villa>>. De tal modo, la procesión conservaba aún su antiguo caracter periférico, alrededor de la ermita, no yendo hasta la parroquia en su procesión ordinaria, sino en ocasiones especiales por rogativas organizadas en momentos de calamidades públicas, como consecuencia del caracter protector de la devoción. No será ya hasta los últimos años del siglo XIX cuando se instituya anualmente la costumbre de traer a la Virgen a la Parroquia para la celebración de sus cultos, volviendo a la ermita el día de su festividad. Ya por aquel entonces formaba parte de la solemne procesión, a parte de los fieles, el clero y los músicos, los miembros del Ayuntamiento, símbolo inequívoco del papel dominante que la Virgen ocupaba dentro de las devociones de Cartaya.


La procesión llevaba asociado el acto de la puja, aún hoy conservada como una de nuestras más arraigadas tradiciones, llevándose a cabo tanto en la procesión de septiembre como en las de rogativa , con ida y regreso. Se pujaba por sacar o llevar las andas, no necesariamente por meterlas en la ermita, y el caracter familiar aún tan característica, estaba ya presente en el siglo XIX. Curiosamente, el pago de ésta podía hacerse en metálico o en especies ( trigo, frutos, animales...).


La música ocupaba un papel relevante en los cultos, señal inequívoca de bonanza económica en torno a la devoción a la Santísima Virgen: Música de órgano y sochantre para las coplas, durante la novena, amén de cantores para la Función, que solían venir de fuera. Especialmente interesante era la costumbre de acompañar los actos con el tamboril y la flauta, también nombrada como gaita . Los tamborileros solían ser de pueblos como Villablanca, San Bartolomé o Castillejos, y acompañaban la velada, la víspera, la función, la procesión y el ya por entonces celebrado Rosario público. No hay constancia cierta del momento en que se abandonó este tipo de acompañamiento, aúnque es posible que fuera en torno a 1852 al ser reemplazado progresivamente por bandas de música.


El claro aumento del culto a la Santísima Virgen y sus manifestaciones públicas propiciaron una importante actividad en torno a la renovación de los elementos decorativos y procesionales, siendo la muestra más clara de ella el periodo en que D. Celestino Maestre fue el encargado de los cultos de la Virgen como Capellán de la ermita. La arraigada devoción a la Virgen, unida al impulso de este presbítero cartayero, hiceron que la procesión y el culto en general aumentaran en lujo y lucimiento: Nuevas corona y cetro de plata (1845 y 1846 respectivamente), nuevas andas doradas, peana, sillón y retablo en 1850, así como nuevo manto y toca en 1852, todo esto sumado a la importante restauración del edificio que paralelamente se llevó a cabo.


A esta época corresponde la costumbre de vestir a la Santísima Virgen, en una búsqueda de un mayor efectismo y un mañor lucimiento procesional, aún no estando la imagen concebida para tal fin. Igualmente, también se le colocaba a la Virgen una peluca rizada, costumbre que se mantendría ya hasta su desaparición en los trájicos sucesos de 1936, mientras que por el contrario la costumbre de ser vestida fue abandonada tras la restauración a la que fue sometida en 1934.

La gran proyección popular que la devoción de la Virgen alcanzaba atraía a personas que realizaban donaciones de objetos de culto, de decoración para incremetar el patrimonio de la ermita, o para el ajuar de la imagen, destacando especialmente los familiares de D. Celestino Maestre, que llegaron incluso a donar una finca en 1858 para su venta.


Fuente: La Ermita de Consolación de Cartaya. Asociación Cultural Carteia. 1997

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Misa de Requiem por nuestros hermanos difuntos.

El próximo viernes día 4, primero del mes de Octubre, nuestra Hermandad celebrará la Misa de Requiem por el eterno descanso de las almas de nuestros hermanos difuntos. Como de costumbre, tendrá lugar a las 17:30 horas en la ermita.